Literatura en la Academia Salvadoreña de la Lengua
La poesía de David Escobar Galindo representa una de las expresiones más significativas de la literatura salvadoreña, especialmente por su capacidad para establecer un diálogo profundo entre el ser humano y el entorno natural. En una época marcada por la desconexión con el medio ambiente, sus textos ofrecen una mirada lírica que restituye el vínculo con la tierra, el paisaje y los elementos. Esta selección de tres poemas busca destacar cómo la obra del autor contribuye a una sensibilidad ecológica desde la palabra poética y cómo su visión de la naturaleza se inscribe en una tradición literaria que trasciende lo descriptivo para convertirse en una forma de conciencia y pertenencia.
La garza vuela
La garza vuela sobre el agua inmóvil.
Desde la orilla, un bosque de álamos
se empina para ver el pozo ciego
donde se acaba de ocultar la luna.
En el entorno, suelta una cocina
tres pañuelos de humo,
para decirle adiós al sol noctámbulo.
Campos de trigo y de manzana
van emergiendo en la frescura quieta.
Y el día sólo encuentra afinidad
en la garza y el humo.
Las ramas del ciprés
Las ramas del ciprés
se ven mejor en el estanque quieto.
Es como si el reflejo definiera
más hondamente su naturaleza.
Y cuando hay un temblor
en las aguas tocadas por la brisa,
es aún más flagrante aquel reflejo.
Acaso igual nos pasará a nosotros:
nos veremos mejor cuando asomemos
al estanque irisado
por el sutil asombro de la muerte.
Las aguas pasan bajo el puente
Las aguas pasan bajo el puente,
sin recordar a Heráclito.
Han fluido así desde que el río es río,
sin cesar de medirse
con la fatalidad del mar que las aguarda.
Desde lo alto del puente,
un niño de la mano de un anciano
contempla el tránsito del agua.
El anciano imagina
que son las mismas aguas de su infancia.
El niño sueña con el mar.